2. LA ÉPOCA DORADA

En 2006 llegó la primera Norma de incentivos de nuevo cuño, propugnada por los sindicatos en la que se incluían las valoraciones de los hombres de negro para subir o bajar los incentivos. Desgraciadamente a esas alturas los premios y las valoraciones se viciaron, y acabaron siendo un amaño para enganchar a los gestores, de tal manera que no cambiaran su abanderamiento y Repsol no perdiera los litros.

En la observancia de las estaciones del entorno percibimos ese doble rasero, pues eran sospechosamente indulgentes con las abanderadas, y extremadamente exigentes con nosotros, ya que muchas de ellas evidentemente descuidadas obtenían las mismas valoraciones o mejores, según indicaban los rankings de la época. ¡Tate, aquí hay tomate! pensamos. A consecuencia de ello hubo una protesta de varias estaciones de Campsared, y ésas precisamente, en la siguiente valoración se subieron a las nubes, obtuvieron los mejores datos y con ello los encargados consiguieron un viaje.


Fue demasiado descarado. El caso es que en el futuro fueron relegando a Campsared entregando todos los viajes a los gestores más importantes hasta que todo aquello se acabó.

Nos quedamos tan solo con el catálogo-bazar para compensar nuestro esfuerzo y eso también entró en barrena. Con el tiempo los premios buenos encarecieron su precio en eurosoles, de modo que jamás llegábamos a conseguirlos, si en cambio logramos todos los trabajadores hacernos con un completo ajuar de batidoras, exprimidores, tostadoras, juegos de manicura y juguetes para los niños. Tantos accesorios que al final el asunto perdió la gracia, y eso debieron entender los de arriba que suprimieron el proyecto de Estación 10 cuando aún la web estaba a medio construir y solo aparecía el catálogo de premios. Nos cambiaron todos los eurosoles por puntos Travel Club y se acabó la fiesta. Ahí terminó la incentivación por regalitos; empezaba una época de sequía que se prolongará hasta hoy.

Este nuevo orden social llegó de la mano del Programa e3, una apuesta por la calidad, que no era más que una vuelta de tuerca para que apretáramos el culo.


Antes, en abril de 2011 nos habían asestado con una nueva norma de incentivosmucho más eficaz, comprensible, motivadora y bla-bla-blá que la anterior.

Siempre me pregunté el porqué de los cambios sucesivos en la Norma ¿Eran exigencias de la empresa o de los sindicatos? ¿A quién interesaban más las modificaciones?

Un castillo de naipes sindical
Cuando hablo de incentivos y sindicatos no incluyo a STR que cuando se fraguaron estos, aún guerreaban por las serranías de Madrid intentando legalizar su situación en Campsared. Los sindicatos (negociantes por tanto) manejaban este asunto con cierta ocultación, nunca dejaron claro si estos cambios partían de exigencias de la empresa o eran remiendos que ellos mismos proponían y que la dirección aceptaba incluir. Lo único que destacaban era que en esos negociados siempre consiguieron sacarle el jugo a la empresa obteniendo los mejores acuerdos.

Visto a través de sus explicaciones, los negociadores de la empresa eran unos pardillos, y los sindicatos consumados trileros que hacían escarnio de su oficio logrando suculentas ventajas económicas y laborales, algo así como Tony Leblanc y Jose Luis Lopez Vazquez timando al cateto de pueblo que era la Dirección. Por mucho que dudáramos, con sus vastas y embrolladas explicaciones, siempre acababan dando cuenta de que íbamos a salir ganando.

Yo lo creí, nosotros -los trabajadores- lo creímos, ellos -los sindicatos- lo hicieron creer (y lo santificaron), y ante la avalancha de cifras, porcentajes... que si me quitan dos me ponen tres, y que mientras tanto puede parir la abuela y nos vamos a hacer de oro, fuimos viendo pasar los incentivos por nuestras nóminas con la creencia de que eran lo mejor que nos podía ocurrir en esos días en que el diluvio universal estaba inundando el planeta.

Lo cierto es que no siempre nos cuadraban las cuentas, el elaborado 'castillo de naipes' presentado por los sindicatos, contenía una variable llamada crisis que no nos dejaba comparar con años anteriores, siempre se nos caía por algún lado. No en vano 'CRISIS' era la palabra tótem que utilizaba todo aquel que hablaba de mejoras con vistas al futuro: políticos, empresarios y sindicatos relativizaban sus cálculos dependiendo de...

Nosotros, acurrucados entre el ornitorrinco y el asno, teníamos cogida la postura dentro del arca que habían erigido nuestros representantes sindicales, y dejamos hacer a quienes indudablemente, sabían más que nosotros. Y en eso nos cayó la Reforma Laboral del PP,  ya solo quedaba la connivencia de nuestros sindicatos con la empresa, y eso llegó también, tras muchos años de negociación, con esa guinda que es la Norma de Incentivos 3.0.


Malabares sindicales
Nos dimos cuenta en el momento de ir a echar una meada (una ojeada en realidad), y a punto hemos estado de caernos de culo (yo al menos), pues el arca de la salvación, en realidad es un barco esclavista, y las condiciones de a bordo, dictan que dependiendo de como sople el viento, cobraremos incentivos o nos quedaremos a dos velas.

La cosa tiene gracia, pero no para nosotros. Los incentivos que se firmaron el pasado verano (la nueva hornada), los que como otras veces nos prometieron serían más eficaces, comprensibles, motivadores y bla-bla-blá, en realidad encerraban una sorpresa como la que llevan los roscones de Reyes, una mierda en verdad, pero que dicen representa la suerte.

Si no alcanzamos la puntuación de 7 en el e3 por mucho que vendamos o nos hayamos esforzado, solo nos darán una palmada en la espalda y una plantilla de obsesión/ilusión que tratará de convertirnos en empleados perfectos, modélicos, como los novios de Jeniffer Aniston en sus películas: Atractivos, simpáticos y muy detallistas.


Da lo mismo cual sea nuestro fallo, esto no es el check list del cliente misterioso, como la Valoración Global o la Limpieza General que nos marca el e3 no alcancen el mínimo establecido -graciosamente- por la Dirección en el nivel de 7 (8 en el futuro), como si fuera el acceso a la universidad, no podremos hacer carrera de nosotros mismos como empleados eficientes.


Por si tememos flojear, alguien se ha sacado de la chistera un proyecto revolucionario llamado Plan Cliente en el que se nos pide una pulcritud de nivel 3 para pacientes infecciosos que para si quisiera el Hospital Carlos III de Alcorcón. No quieren ni una mota de polvo, ni una mosca, ni un hierbajo por las aceras, ni una mancha de grasa, ni un guante por la pista, ni una huella de vida humana... todo limpieza, como si Chicote fuera a verificar nuestras instalaciones y a despotricar sobre los errores.


Las pautas son competividad, operatividad y amabilidad todo en paquetes del 100 %.

"¡Buenos días! ¿Puedo ayudarte?"

Antes de que maticen las explicaciones, nosotros ya hemos empezado a interpretar la farsa con la experiencia de las veces anteriores: Sonrisa de foto de bautizo, labia de vendedor a domicilio, y limpieza de quirófano preoperatorio, eso nos piden los primeros escritos, y a buen entendedor, pocas palabras bastan, aunque sabiendo el funcionamiento del sistema, esperamos los manotazos sobre la mesa que son como las fanfarrias en los toros, cuando lleguen habrá cambio de tercio, osea mayor esfuerzo en cada una de las acciones, resultados visibles, datos en verde y amenazas veladas... lo que se llama  remontar por las bravas si o si, ah no, que es solo un plan (¿de choque?).

Por pedir que no quede.


PROXIMO CAPÍTULO: 
EL PROCESO VALORADOR

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